martes, abril 17, 2007

La esperanza

Fragmento de uno de los tomos de esta saga de 6 libros (sinceramente no recuerdo cual) aunque la recomiendo ampliamente:

La esperanza, tío Mather, es el secreto. Creo que es algo que les falta a mis enemigos. Son demasiado egoístas para afrontar un sacrificio con la esperanza de que de él deriven tiempos mejores para sus descendientes. Y sin tal previsión y optimismo se desmoralizan con facilidad y son derrotados en las batallas.
La esperanza, lo he aprendido, es condición necesaria para el altruismo.

Porque hay algo que no puede ser juzgado por la calidad del adiestramiento ni por la calidad de las armas, tío Mather. ¿Sólo porque fui adiestrado por los Touel'alfar y tengo conmigo armas de gran poder soy más heroico que la mujer que se interpone entre el peligro y sus hijos, o que el granjero que cambia la reja del arado por una espada para defender a la comunidad? ¿Soy más heroico porque mis posibilidades de victoria en la batalla son mayores?
Creo que no, ya que el heroísmo se mide por la fuerza del corazón, no por la fuerza del brazo. Se manifiesta en las decisiones conscientes, desinteresadas, de buena voluntad, de la capacidad de sacrificar lo que sea, con el convencimiento de que los que vendrán después de ti estarán mejor gracias a tus esfuerzos. Creo que el heroísmo es el acto comunitario esencial, el sentido de pertenencia a algo mayor que a nuestras propias dificultades de la vida terrenal. Está enraizado en la fe: en Dios, o incluso en la simple creencia en que el conjunto de todos los hombres de buena voluntad es más poderoso cuando cada individuo se preocupa por los demás.
Esa resistencia, esa fuerza interior, ese espíritu humano, es algo increíble para mí. Y al admirarlo, me doy cuenta de que no podemos perder esta guerra, de que al final, incluso si ese final tarda mil años en llegar, triunfaremos. Porque no pueden acabar con nosotros, tío Mather. No pueden acabar con esta resistencia. No pueden acabar con esta fuerza interior.
—No pueden acabar con el espíritu humano.
Cuando miro las caras de hombres y mujeres, de niños, demasiado tiernos para estas experiencias, y de ancianos, demasiado viejos para tales batallas, sé que lo que digo es cierto.

R A Salvatore
Guerras Demoniacas

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